Se trata de una fabulación procedente del folklore alemán y holandés que tiene su origen en los mimos y cuidados que estas aves dispensan a sus crías, que calientan el nido con tanto afán que hasta pierden plumaje.
Ya en Roma, impresionados por el amor filial de estas aves (monógama, fiel a su pareja y que cuida de sus padres cuando no pueden valerse por su edad) se promulgó la "lex cyconaria" que era una disposición legal por la que se obligaba a los hijos a amparar a los padres ancianos.
La cigüeña, a la que se creía enviada de los dioses y se veneraba como pájaro sagrado, estuvo dedicada a la diosa Juno y a su cuidado estaban la protección de la mujer, el matrimonio, el alumbramiento y los recién nacidos.
Así no es de extrañar que en Escandinavia u Holanda (en todo caso parece que en la zona báltica) se inventaran la historia de la cigüeña que trae los niños para explicar a los más pequeños la aparición súbita de un nuevo miembro en la familia. En todo caso, el trabajo del cuentista danés Hans Christian Andersen contribuyó a propagar esta fábula.
¿Y por qué de París? La leyenda se extendió gracias a una pareja de cigüeñas que anidaba en el techo de una casa que, en vez de emigrar a África, como todas, lo hacían a una región cercana a París. El día que las cigüeñas volvieron, la joven pareja que vivía en esa casa tuvo un bebé y se transmitió la noticia de que lo habían traído las cigüeñas desde París colgando del pico como si fuera una pizza express.
¿Porqué no hay sillas con tres patas?