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abelendario

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  1. Tapicería Viguesa, los Reyes de la “Caspa” con respecto al trato al cliente. Quería enfundar unos asientos de mi coche y llamé a estos señores para asesorarme. Llamé dos veces, la primera vez me trató una señora reconoció que no me podía asesorar, y todo respondía “no sé”,”no sé”, llamé por la tarde y un tal Jorge me invita a ir al día siguiente a partir de las “7 de la mañana” que tiene tiempo para atenderme y que “Nada es imposible”, (y yo que estaba de vacaciones en Vigo, menudo madrugón!!!). Me lío la manta a la cabeza y me levanto a las 6 para estar allí a las 7, y aquí es donde empieza es espectáculo cutre, casposo, poco profesional de uno de los encargados, el tal Jorge. Este caballero sale de los toriles y en vez de un “Buenos Días” me espeta con muy mal tono ¿Por qué aparecía por allí si me habían dicho que no fuera?, no supe reaccionar pues había hablado con él y quedado con él unas hora antes, me pregunta con maledicencia si ya había escogido tela (como no fuera durmiendo!! - pienso yo), en los pocos más de cinco minutos que pudo durar en el encuentro no recuerdo la sarta de tonterías que pudo nublar aquella mañana semejante elemento… que tenía mucho trabajo!, que a lo mejor yo no buscaba unas fundas sino otra solución, intenté escoger un color de piel mientras que machaconamente el Invertido profería toda clase de incongruencias para amargarme la mañana. Yo permanecía callado, cariacontecido y pensando que tendría un mal día, pero después de un rato en el que majadero no hacía sino más que buscar palabras más acidas y personales para dejar meridianamente claro que; yo, mi madrugón y su palabra se la pasaba por el arco del triunfo, fue en ese momento en el que me di cuenta que la cosa no era cosa de aquel día, sino de nacimiento. Aun recuerdo cuando le mostraba la tela escogida y me espeta un “horrorosa” en su búsqueda por terminar por enésima vez con mi paciencia y con aquella reunión. Soy de los que piensan que no se puede sacar lana blanca de ovejas negras y que por tanto, poco bueno puede salir de un taller donde el cliente se ningunea de tal manera. En las paredes del lugar cuelgan fotografías del fundador, recortes que manifiestan su deseo noble de sentirse orgulloso del que crea algo desde cero. Noble sabiduría que no parece compartir su prole, que mancilla su nombre con manifiesta mala educación y poco respeto a los demás. Tal fue el desencuentro, tal su antipatía que, que llegado a un punto le llamé maleducado, lo cual pareció alegrarse pues ya me había dado boleto, a mi, a un cliente entonces anónimo e irse con sus malas pulgas a otra parte.