Después de casi cuatro meses con el coche he probado de todo: subir el asiento, bajarlo, acercarlo al salpicadero, alejarlo, respaldo más o menos vertical, y estas posibilidades con todas sus combinaciones, y no hay manera de encontrar una postura cómoda. A mí me resulta incómodo desde que me monto hasta que me bajo, independientemente de que haga 15 km o 500. He tomado la determinación de actuar a la inversa: no volver a tocar la regulación del asiento y esperar a ver si soy yo el que, con el paso del tiempo, se adapta y acostumbra al asiento. Es una pena pero no se me ocurre otra opción.