Ojo, cuando hablamos del 90% de motores Diesel actuales tanto de automoción como marinos estamos refiriéndonos a unidades sobrealimentadas mediante un turbocompresor accionado por los gases de escape. Se consigue mayor potencia a igualdad de volumen pero lo más importante en los tiempos que corren es que un motor turbocomprimido consume menos que uno aspirado a igualdad de potencia.
Un turbocompresor de estos cuando suministra aire comprimido a un motor de 10.000 CV tiene 1 metro de diámetro y gira como máximo a 20.000 RPM, los he conocido soplando a 0,8 bares y también a 3,0.
Pero si se trata de un motor de turismo donde las inercias son determinantes para minimizar el turbo-lag porque la capacidad de aceleración del motor es importante en determinadas circunstancias el turbo es del tamaño de un puño, sopla a entre 1,0 y 1,5 bares y gira por encima de las 200.000 RPM. Consecuencia, los cojinetes no pueden ser metálicos como en los turbos grandes, son cerámicos porque cuando se acelera a fondo durante un adelantamiento por ejemplo se alcanzan los 1.000º a la salida del colector de escape y el turbo está al rojo cereza.
Si vamos circulando a gran velocidad por autopista, nos detenemos en una gasolinera y paramos el motor en el acto, el aceite de engrase deja de fluir pero el turbo sigue girando al menos 1 minuto porque no hay conexión mecánica con el motor. Consecuencia: la película de aceite que rodea el eje del turbo en ese momento se calcina convirtiéndose en carbón.
Si esto se hace una sola vez no pasa nada, pero una y otra vez acaba lijando eje y obturador y nos quedamos sin turbo.
Aconsejable: si se ha circulado a gran velocidad al estacionar el vehículo dejar el motor al ralentí 2 minutos para que el turbo tenga tiempo a perder temperatura antes de parar el motor