En la China, los pies femeninos llegaron a tener tal importancia, que su tamaño podría ser causa para anular un compromiso de matrimonio.
Un chino de clase superior, pedía que su futura esposa tuviera los pies lo más cortos posibles. Los pies extralargos de una china no podían pasar de los 9 centímetros, bajo el riesgo de quedarse soltera hasta el fin de sus días.
El tamaño se obtenía vendándole los pies desde que la niña cumplía los 5 años de edad, con tiras de algodón que un día se apretaban un poco y al día siguiente un poco más y siempre un poco más, hasta que los huesos se rompían y los dedos se podían doblar para abajo, posición en la que el hueso se soldaba.
Sólo las campesinas y las criadas tenían los pies grandes, lo cual prueba que éste, además, era un asunto de jerarquía social y status. Con la revolución de Mao en China, esta costumbre quedó oficialmente abolida, sin embargo es muy posible que aún se practique en las provincias más alejadas de ese inmenso país.
También en el Perú, durante el siglo pasado, tener los pies pequeños fue un asunto de vida o muerte para las mujeres. Zapatos fuertemente ajustados que usaban desde niñas (y que era lo que producía una dolorosa deformación en los pies llamada popularmente juanetes), fue lo que permitió a Chabuca Granda graficar a la mujer limeña que caminaba del puente a la alameda con menudo pie.
Francamente, toda esta despiadada lucha contra el tamaño del pie era un inútil desperdicio de esfuerzo. Sobre todo porque el pie es una zona muy sensible y lo que tenemos que hacer con él es acariciarlo delicadamente... hasta que su propietaria se desmaye de placer.