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25/10/2018 Las despedidas duelen, especialmente, si hablamos de un coche como el Audi RS 6 Avant Performance. Una combinación de racionalidad automovilística y aptitudes deportivas de locura. Por eso, hoy, en su homenaje, hemos decidido dar una última vuelta en este coche irrepetible. La última prueba: Audi RS 6 Avant Performance. Este Audi es todo menos lógico. Y eso empieza por su diseño y medidas exteriores. Y es que hay que mirar muy detenidamente a este familiar de casi cinco metros de largo para identificarlo correctamente. Un exterior discreto Umbrales ensanchados, parrilla de panal negra con el logo quattro, y en la zaga, dos salidas de escape masivas, enmarcadas por un difusor de carbono. Desde luego no es un coche aburguesado, pero tampoco llama la atención entre el tráfico diario. Esta percepción se acentúa aún más en el interior. No vamos a hablar aquí de nuevo de la excelente ergonomía y los acabados casi perfectos de Audi. Todo está en su sitio, donde debe estar. Pero todo tiene un halo, digamos, aburrido. Y es que su cockpit no lleva un 'look' forzadamente deportivo y testosterónico. Solo hay detalles en los que uno debe fijarse, como el cuero perforado del volante con el pequeño emblema RS. O la instrumentación analógica en negro, cuyo velocímetro marca hasta 320 km/h. También la banda de carbono azul que recorre el salpicadero de puerta a puerta. También son azules las costuras de sus comodísimos asientos de cuero, que adoptan las formas de un panal, como la parrilla. Y poco más. La bestia está bajo el capó Pero es que toda la deportividad se la guarda, y la concentra, debajo del capó. Allí espera un V8 con doble turbo que solo muestra toda su potencia a partir de las 6.100 vueltas, si bien sus grandiosos 700 Nm de par ya los tiene disponibles desde solo 1.750. Y sus dos primeras relaciones son muy cerradas, para asegurar una salida brutal desde parado. Solo a partir de la tercera, tiene recorrido suficiente como para circular fluidamente entre el tráfico. Por eso, este tracción integral pesa más de dos toneladas, pero eso no le impide pasar de 0 a 100 km/h en solo 3,7 segundos. Mejor que lo tengas en cuenta antes de pisar a fondo, o si no, llama a tu quiropráctico: el empuje inicial es brutal, y tu cuello puede resentirse. Los 200 los alcanza en apenas 12 segundos. El paquete Dynamic Plus suprime el limitador y le permite a este familiar alcanzar los 305 km/h. Situarse en el carril izquierdo de una autovía alemana sin límite de velocidad y llevarlo al límite, es lo más parecido a pilotar el Enterprise. Mejor por autovías Cuando te metes por una carretera comarcal llena de curvas, la cosa cambia. Y es que, por muchas virguerías tecnológicas que hayan aplicado los ingenieros, su elevado peso no puede ocultarse del todo. En la dirección -como es típico en Audi- se echa en falta que sea algo más comunicativa, y su peso extra en el eje delantero se nota. Para el cambio han recurrido a una caja automática de ocho velocidades que inserta con rapidez gracias a su afinada electrónica. Y para detenerlo, monta los frenos cerámicos opcionales con discos de 420 mm delante y 320 detrás. Doy fe de que controlan con suma eficacia y resistencia la mole que llevo entre manos. Para añadir espectáculo sonoro al conjunto, monta un sistema de escape de titanio de la casa Akrapovic: si subes a este Audi hasta las 7.500 vueltas, tú y tu carne de gallina sabréis que la medida ha merecido la pena. Y es que en cada cambio de marcha, ya sea al subir o reducir, te regala los oídos con una sinfonía inigualable. En definitiva: este coche, a pesar de su práctico aspecto familiar, no tiene lógica, y menos en la era de la movilidad eléctrica y la eficiencia. Por eso, si te decides a comprarlo, no solo necesitarás un montón de dinero. También grandes dosis de demencia. Solo así disfrutarás de esa maravillosa locura. FUENTE: https://www.autobild.es/pruebas/audi-rs6-avant/40-tfsi-605cv-quattro-tiptronic-performance