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Si algo he aprendido desde que me enfrasqué en la dura batalla destinada a detectar y aniquilar a los parásitos automovilísticos que alegremente pululan por la península ibérica es que cada uno de ellos, y de forma invariable, está formado por tres capas bien definidas.

 

La primera capa, y más exterior, está compuesta de un agradable material brillante que invita a dar un primer paso para interactuar con el parásito en cuestión. Durante esa primera fase todo resulta idílico pues la actitud del parásito hace gala de una exquisita educación, buenas maneras, explicaciones detalladas, gran interés por tus inquietudes, colaboración activa, sonrisas y un sinfín de positivos indicios que te hace confiar en la falsa profesionalidad, rectitud y bondad humana del parásito.

 

Es en el momento en que surge un problema con tu coche cuando empiezas a entrever lo que se esconde bajo la primera capa del parásito: Una gruesa, dura y desagradable capa de ignorancia, rechazo y falta de colaboración que acabará por desesperarte. Como he dicho, estamos hablando de una capa muy gruesa y que por tanto requiere de un colosal esfuerzo y constante dedicación por tu parte para lograr atravesarla y descubrir de qué está compuesta la tercera y última capa. En muchísimos casos la única forma de lograr entrever la tercera capa es denunciar al parásito en un juzgado (mejor si lo haces por lo penal) así como emprender una colosal campaña mediática destinada a dar a conocer a la ciudadanía española la clase de parásito que se esconde detrás de una falsa apariencia construida a base de billetes.

 

En cuanto consigues perforar la segunda capa y logras empezar a ver la tercera y última es cuando el parásito se resiente y, como por arte de magia, empieza a entrar en razón intentando llegar a un acuerdo contigo para resarcirte por el mal que te ha hecho. Llegados a este punto es cuando tienes que decidir si prefieres seguir "pelando" la segunda capa del parásito (cual manzana podrida) para lograr dejarlo públicamente al descubierto y humillado o te conviene más aceptar un trato (yo lo llamo soborno) que impida que el parásito salga gravemente perjudicado y le permita cerrar él mismo la fisura que has conseguido hacerle entre su segunda y tercera capa.

 

Obviamente cada cual es libre de tomar una decisión u otra pero en mi opinión, LOS PARASITOS HAN NACIDO PARA SER EXTERMINADOS Y NO PARA NEGOCIAR CON ELLOS.

 

Saludos de un humilde “desparasitador”.

 

8) Max Quake 8)


Publicado

Se me olvidaba… Como podéis suponer, la segunda capa de la empresa Volkswagen-Audi España SA es gordísima pero con seguridad, no infinita.

 

¿Conseguiré algún día resquebrajar la segunda capa de la todopoderosa VAESA?

 

Yo creo y espero que sí por el bien de millones de ciudadanos españoles.

 

Saludos cordiales.

Publicado (editado)

Y para finalizar, dado que últimamente me sobra algo de tiempo y a mi compraventa ya lo tengo encarado hacia el patíbulo, he decidido ponerme a escribir mi segunda novela que he titulado "LA ESTAFA INAUDITA". Empieza así:

 

Swindler finalmente explotó y cayó rendido sobre los bellos pechos de su novia Harlot. Dos horas antes habían ido a comer a un conocido restaurante de la ciudad para celebrar la importante venta de un coche que Swindler había conseguido formalizar esa misma mañana en su local. Ahora resultaba evidente que él había bebido más de la cuenta. Sintiéndose aprisionada, Harlot hizo el gesto de apartarlo de encima diciéndole:

– Venga, déjame ir al lavabo.

Tras un breve remoloneo Swindler se apartó tumbándose boca arriba a un lado de la cama permitiendo que ella pudiera incorporarse.

Swindler y Harlot llevaban juntos casi dos años desde que un conocido común los presentó en una de las discotecas que estaban más de moda en la zona alta de la ciudad. Al principio Harlot no se sintió atraída por él dado que tanto su aspecto físico como modales no eran precisamente de admirar. Lo que sí fascinó a Harlot fue el ritmo de vida y lujos de los que hacía gala Swindler: Buenos coches, viajes de negocios por toda Europa, vacaciones idílicas, un impresionante ático en el centro de la ciudad. Todo cuanto rodeaba a Swindler era ostentoso y a lo grande lo cual era posible gracias a la importante maquinaria de hacer dinero que Swindler había logrado construir y poner en marcha cinco años atrás. Ahora esa máquina de hacer billetes funcionaba a la perfección y frecuentemente él mismo se sorprendía de lo fácil que resultaba ganar dinero a costa de engañar y estafar a los clientes de la empresa que él había montado para la compraventa de coches de ocasión y nuevos.

No sin antes realizar un considerable esfuerzo Swindler se levantó de la cama y se dirigió a la cocina de su ático para servirse una cerveza de la nevera. En cuanto hubo bebido la mitad de la botella esbozó una sonrisa al pensar que esos últimos cinco años habían sido los mejores de su vida pues lo habían colocado en el paraíso. Lo que Swindler desconocía era que los siguientes tres años iban a ser los peores de su existencia pues el calvario por el que tendía que pasar lo acabaría arrancando del paraíso para colocarlo en lo más profundo del infierno. Un calvario que se iniciaría en el mismo momento en que uno de sus antiguos clientes le llamase por teléfono. Un calvario que se iniciaría sin previo aviso y ante el cual no podría hacer frente.

Una vez acabada la cerveza Swindler volvió a la habitación y se estiró de nuevo en la cama. Harlot aún no había vuelto del baño así que cerró los ojos para relajarse y descansar un rato. Cuando estaba a punto de dormirse le sobresaltó una melodía estridente. Su móvil estaba sonando.

 

En ese mismo instante pero a 17 kilómetros de distancia, el señor Shelter se hallaba abrochándole el cinturón del pantalón cuando oyó sonar su móvil a lo lejos. Ese día cumplía 56 años y se había tomado la tarde libre para celebrarlo junto a su amante en la habitación de un apartado y discreto hotel a las afueras de la gran ciudad. Shelter se sorprendió al oír su teléfono pues estaba convencido que lo había apagado en cuanto la señorita Fond y él entraron en la amplia y lujosa habitación del hotel ya hacía más de una hora.

Fond era lo que comúnmente se denomina como “una mujer de bandera”: Alta, rubia natural, de tez morena, con profundos ojos marrones y una amplia sonrisa que recordaba a quien podía gozar de ella lo vello que es vivir y disfrutar del momento. Esos despampanantes rasgos fueron los que tres años atrás cautivaron a Shelter durante la visita que realizó al Salón Internacional del Automóvil de Madrid con motivo de la presentación del nuevo modelo de Audi A4. Desde ese día habían mantenido una relación a escondidas de todos pues la posición que ostentaba Shelter dentro de VAESA requería de la máxima discreción para evitar problemas innecesarios.

Fond salió del baño ya vestida y vio como Shelter se dirigía hacia el sofá sobre el cual se encontraba tendida su americana, sacaba el móvil y miraba la pantalla para saber quién le estaba llamando. Shelter se enfureció al comprobar que se trataba del teléfono particular del responsable del Departamento de Atención al Cliente de VAESA. Shelter miró hacia Fond y le dijo:

– Perdona cariño, me está llamando el pesado del señor Lying.

Shelter volvió su mirada hacia el móvil y pulsó el botón de aceptar la llamada entrante para acto seguido espetar por el micrófono:

– Pero vamos a ver… ¿No sabes que hoy es mi cumpleaños y que me he tomado la tarde libre o qué? Tan difícil es entender eso, además… ¿Por qué me llamas desde tu teléfono móvil y no desde la empresa?

Lying se quedó mudo por unos instantes sin saber qué decir hasta que finalmente y en voz baja contestó:

– Lo siento mucho, señor. Ya sé que se ha tomado la tarde libre pero han llamado desde Alemania y tenemos un problema que requiere de una solución inmediata.

– ¿De qué se trata si se puede saber? –preguntó Shelter.

– Verá, le estoy llamando desde la cafetería para que nadie me oiga y no puedo explicárselo todo por teléfono. Sólo puedo adelantarle que el asunto está relacionado con los Audi de ocasión que llegan a España.

Shelter tragó saliva y meditó lo que debía contestar a Lying. Era indiscutible que debía de tratarse de algo muy gordo para que lo llamase desde su móvil particular. Finalmente le dijo:

– Está bien, en veinte minutos estoy ahí.

Shelter colgó y se volvió para mirar a Fond que ya se había calzado y le observaba desde la puerta del baño. Muy a su pesar y consciente de lo que le había prometido para esa tarde le dijo con amargura:

– Lo siento mucho cariño. Vamos a tener que posponer nuestra tarde romántica en yate. Tengo problemas en el despacho y debo ir ahora mismo.

Ella no le contestó pero el cambio que súbitamente experimentó su rostro le indicó a Shelter que acababa de dar gran disgusto a su preciosa amante. Un disgusto que más adelante tendía graves consecuencias.

 

[Continuará…]

Editado por Max Quake
  • 2 semanas más tarde...
  • 2 semanas más tarde...
Publicado

Pues es lo de siempre, ojalá el tema de los coches fuese como 'El Corte Inglés' y nos devolviesen el dinero...pero lo que está claro es que los coches siempre tienen algo roto...Tontos nosotros que seguimos encaprichándonos.

 

Lo de rebajar km, arañarlos con llave, robarlos, etc se tendría que penalizar y bien con cárcel.

s2

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