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Coches para el recuerdo: Ford Mustang.


Ocio

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14/09/2016

 

 

 

 

Americano genuino, bueno, bonito y barato. Así se concibió y así ha sido siempre el Ford Mustang, elevado hoy a la potencia de icono. Nos reencontramos con el famoso “Pony car”.
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El 17 de abril de 1964 nacía el Ford Mustang, un coche novedoso que era ante todo un producto pensado, concebido y lanzado para ser un éxito popular barato que rompiese con la tradición de los grandes coches. El Mustang fue el primer «Pony car», es decir, un coche «pequeño» para ser americano, pero estiloso y con cierta deportividad. Una representación en chapa de los míticos caballos mustangs (mustangos), también llamados Spanish Mustangs, descendientes de los mesteños llevados al continente americano por los conquistadores españoles.

Tan lograda resultó esta primera generación del Ford Mustang que obtuvo éxito comercial inmediato, triunfos deportivos y gloria internacional en el cine que supuso una asombrosa promoción adicional. Ha llegado a ser tal su leyenda que ha igualado e incluso superado a modelos europeos de marcas prestigiosas… En la sempiterna guerra -comercial y conceptual- entre automóviles americanos y europeos, el Ford Mustang fue el vencedor de su batalla particular y se granjeó la admiración de todos. Hoy pocos serán sus detractores, porque todos somos fans suyos por una razón u otra.

 

 

 

Reunión de Ford Mustang

Podríamos haber reunido en este encuentro con el Ford Mustang más versiones, pero ¿hubiese sido realmente provechoso? Elegimos tres que representasen idealmente la primera generación, antes de que cambiara por completo física y mecánicamente y perdiese gran parte de su esencia. La quinta generación, en cambio, retomaba el estilo y la viveza iniciales. Y por eso también hemos convocado uno, de 2008 y en su versión más picante, el Shelby Cobra GT500 de 507 CV, un moderno «muscle car» que es el sueño de Sergio, su joven propietario, y que en cierto modo ha marcado el renacimiento del modelo en el corazón de los puristas.

 

 

Pero vayamos al origen. Y nunca mejor dicho. El más antiguo es un Ford Mustang convertible de 1964, con el motor V8 289 ci y cambio manual de tres relaciones. Según la primera cifra de su número VIN de identificación, todos los Ford Mustang corresponden al año 65, de ahí que a los fabricados en la segunda mitad de 1964 se les denomine «64 y medio». En concreto, la primera matriculación de éste data del 25 de noviembre. A su volante Andrés, un verdadero sibarita de los automóviles, que aprecia su coche con cierta distancia y con humor, contestó a mi admiración «¡Qué preciosidad!» con un sorprendente, contundente y risueño «¡Es un botijo!», que me dio que pensar. Quizás el Mustang sea simple y efectivo como nuestro castizo botijo, pero ahí está su fuerza y su gracia.

 

 

 

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El segundo Ford Mustang que tenemos es un Fastback de 1968, que José Antonio acaba de adquirir hace poco tiempo en los mismísimos Estados Unidos. El coche está rutilante y reconozco que es mi silueta favorita, aunque por algún motivo lo había idealizado de color verde oscuro… En rojo el coupé es un auténtico imán de miradas, algo que siempre conlleva cierta incomodidad para quien es más bien discreto, como es el caso. José Antonio me confiesa que por fin ha encontrado el coche que siempre había deseado. (Le entiendo sin que me lo tenga que explicar).

En medio de un sordo estruendo llega el Mach 1 de 1973 y cambiamos de universo. Desinhibido y orgulloso, amarillo mostaza con decoración negra, llama la atención cuanto puede… y más. A Mariano le cautivó la maciza silueta, la estampa impresionante y atlética que entronca con el concepto americano del «muscle car», ciertamente alejado del estilo y encanto de sus antecesores.

 

 

 

 

Ford Mustang: los orígenes

En 1964 la saga comenzó con dos modelos, el hardtop y el convertible, que se podían equipar con cuatro motores, un seis en línea (170 pulgadas cúbicas) y tres variantes del V8 (260 ci, 289 ci y 289 ci High Performance), y tres transmisiones, de tres y cuatro relaciones manuales y una automática de tres. El planteamiento de Ford revolucionaba el «establishment» automovilístico tradicional americano. El coche tenía una estética muy atrayente, ratificada en numerosos estudios de mercado. El público sistemáticamente sobrevaloraba el coche a primera vista hasta por el triple de su precio de venta y opinaba que lo comprarían al enterarse de que sólo costaba 2.500 dólares. Sus dimensiones eran reducidas y, sin ser pequeño, se acercaba a los cánones europeos.

 

 

 

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El gran acierto del Ford Mustang también radicó en idearlo como un 2+2 plazas, una valoración suscrita por Lewis Crusoe, un alto directivo de Ford que se llevó un biplaza Thunderbird de fin de semana poco antes de su lanzamiento y sentenció que era necesario poder llevar a la familia o a amigos de paseo en el «nuevo» Mustang. Su lanzamiento fue sobre todo una ofensiva publicitaria sin precedentes. El martes 13 de abril de 1964, Ford invitaba a 150 periodistas a conducir 75 Mustang en un viaje de Nueva York a Dearborn, y el jueves 16 se difundían publicidades simultáneamente en los canales de televisión ABC, CBS y NBC, se publicaban en 2.600 periódicos y revistas y se enviaban 11.000 dossieres de prensa por EE.UU., Canadá y América Latina. Resultado: el viernes 17 el público invadía los concesionarios Ford para comprar un Mustang por 2.320,96 dólares en su versión hardtop básica.

 

 

 

Ford Mustang: superando las expectativas

El éxito no se había dejado esperar, superando las mejores expectativas de Ford. El coche fue expuesto en bancos, centros comerciales, aeropuertos, hoteles, actuó de Pace Car en Indianápolis, salió en 1964 en la película «Goldfinger» conducido, cómo no, por una rubita y repitió en 1971 un modelo Mach1 en «Diamantes para la eternidad». En diciembre de 1964 se habían vendido más de 263.000 unidades a una media estimada de 3.000 dólares por coche; o sea, con unos 600 dólares de extras por unidad. Entre las más demandadas figuraban la servodirección (84,47$), la asistencia de frenada (42,29$), los discos de freno delanteros (56,77$), el motor V8 280 ci (105,63$), el motor 289 ci HIPO (327,92$), el «interior Pony» (el de lujo, por 107,08$)… Para hacernos una idea, los 3.000 dólares de 1964 representarían hoy en día unos 23.360: lo que un compacto medio.

 

 

 

El Mustang Convertible del 64

El Ford Mustang convertible de Andrés cuenta con frenos de tambor, carece de dirección asistida y equipa el motor V8 intermedio, el 289 de carburador de doble cuerpo y taqués hidráulicos. No es incompatible ya que el mayor agrado que ofrece el V8 no implica más deportividad. Está pensado para pasear o viajar sin prisas, disfrutando del entorno o de la admiración ajena. Ponerse al volante es ciertamente emotivo, como encontrarse con Jane Fonda recién salida del rodaje de «Barbarella»… El manejo del coche no tiene misterio, aunque reserva grandes sorpresas: la dirección sin asistencia es algo dura en parado, pero suave en movimiento, con un guiado bastante firme y con cierto «feeling». El motor es un dechado de fuerza contenida y elasticidad, combinado con un sonido poderoso pero discreto de escape. Sorprendentemente dispone un cambio manual de tres relaciones tan preciso como suave…

 

 

 

El peso comedido del conjunto (1.250 kg) lo hace relativamente ágil y la frenada no requiere demasiada energía, por lo que su conducción acaba resultando muy agradable y cómoda incluso sorteando curvas. El salpicadero y el fino, amplio y profundo volante son una delicia y dejan en evidencia que lo barato no está reñido con un diseño brillante y elegante. Ir a cielo descubierto tiene un encanto especial que Andrés nunca menosprecia (pese a su primer calificativo), prefiriendo recorrer kilómetros a su volante antes que subir el coche a una grúa. En mi caso, la toma de contacto volvió a ser un momento emotivo, además de dejarme claro que Ford logró el objetivo de hacer un coche que pudieran conducir las mujeres llevando tacones altos… También es un modelo con una innegable carga romántica que mucho tiene que ver con la mítica película de Lelouch, «Un hombre y una mujer», en la que un Mustang blanco es el vector de una inolvidable historia de amor.

 

 

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El Fastback del 68

El Fastback de 1968 de José Antonio también lleva el V8 289 ci opcional (105,63$ sobre el precio básico del 6 cilindros), aunque con 195 CV, quince menos que el convertible debido a la diferencia de compresión (8,8:1 en lugar de 9,3:1). La impresión que produce cambia radicalmente con respecto a su predecesor. Con éste apetece más correr que pasear. De hecho, los ingenieros de Ford plantearon una suspensión trasera independiente con discos de freno (Independent Rear Suspension Project) para poner el coche a la altura de vehículos europeos, pero solo se ensayó en dos prototipos antes de ser deshechada por motivos de coste.

 

 

Desde luego es inevitable ver un Fastback y no recordar a Steve McQueen en «Bullit». El «rey del cool» transfiguró el Mustang Fastback en objeto de deseo y le hizo un inmenso favor a Ford ¡que no quiso involucrarse en la película! McQueen eliminó todos los logotipos del coche… Pero aquel era un 390 GT preparado y el de José Antonio no incita (o no debe incitar) a dar saltos en los cambios de rasante como lo hacía McQueen en la calles de San Francisco.

 

 

Su dirección sin servo es más pesada que en el descapotable y no transmite sensaciones hasta que el coche está ya en apoyo. Los frenos sin asistencia requieren ejercer fuerza, mientras el cambio manual de cuatro relaciones conserva la precisión y el buen manejo del de tres. Trazar curvas cerradas no se hace de forma intuitiva, hay que tener bien asimiladas las inercias y la respuesta de los mandos para atreverse con el gas. Sorprendentemente, su manejabilidad mejora en curva más abierta, imprimiendo cierta velocidad y «jugando» con esas inercias.

 

 

Pero como no lleva cuentavueltas (extra suministrado por 54,45$), es difícil saber en qué régimen trabaja el bronco V8, cuya potencia máxima la alcanza a tan solo 4.500 vueltas, con demasiada discreción en el escape, en mi opinión. Eso sí, el salpicadero con relojes redondos y el precioso volante de madera ribeteado, que sustituye al original almohadillado con goma-espuma y a menudo tildado de infame, componen un ambiente muy sugerente y se acaba apreciando su marcado carácter… varonil. De hecho José Antonio solo quiere quitarle los pilotos traseros al estilo de los Shelby (opcionales) por los originales y no piensa añadirle ningún extra, solo el aire acondicionado, tan necesario en nuestras latitudes. Observando de nuevo su inconfundible silueta en color Candyapple Red calzada con preciosas llantas y finos neumáticos, no se puede más que reconocer que tiene magia y provoca deseo este diseño.

 

 

 

El Mach 1

El Mach 1 de 1973 es un punto y aparte y el ocaso de los Mustang. De buenas a primeras ya no es un «pony car» tanto por aspecto como por dimensiones. Más largo y ancho, con estética agresiva y colores a la par, quiere ser todo un «muscle car». Hasta lleva un V8 351 ci (5.700 cc) equipado con el sistema de alimentación Ram-Air, unas tomas de aire conectadas con el filtro de aire que deberían incrementar la potencia con la velocidad. La realidad es que este motor, el V8 Cleveland, sólo rendía unos tristes 177 CV SAE a 4.000 rpm. La tan cacareada Crisis del petróleo y las subsiguientes normas gubernamentales en materia de consumo caparon las mecánicas hasta límites grotescos. La versión Performance subía a 266 CV SAE a 5.400 rpm. Apuntemos para despejar dudas que la diferencia entre la medida de la potencia DIN (Deutsche Institut für Normung) usada en Europa y los SAE (Society of Automotive Engineers) americanos está en un 25 por ciento, que se debe restar a los SAE, medidos en el cigüeñal y con pocos accesorios conectados.

 

 

 

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Al poner el contacto, el no en vano cavernoso rugido del V8 nos mete en el ambiente de la película «Gone in 60 seconds» de 1974, en la que un Mach 1 como éste protagoniza persecuciones de infarto. El interior nos resulta familiar después de vistos los anteriores, pero el concepto «Twin cove», o sea, muy envolvente, nos hace sentir pequeño al quedar sentados muy bajos en él, sin embargo, gran asiento tipo bacquet y frente al salpicadero alto y macizo.

 

 

Cambio automático de tres relaciones en posición «D»… y en marcha. Por delante un inmenso capó va surcando la carretera mientras la dirección asistida es suave y apenas transmite nada hasta que no hay un apoyo marcado. La frenada —con servo asistencia— es buena. Una suerte porque el motor empuja fuerte como un rodillo, con un sonido a la vez bronco y melodioso: un concierto de pistonadas. Mariano me indica que en realidad ronda los 250 CV. Dispone de culatines especiales, encendido electrónico, escape de acero inoxidable y alguna cosilla más, así como discos de freno ventilados.

 

 

En el salpicadero, por fin, un cuentavueltas generosamente graduado hasta 8.000 rpm muestra el régimen de giro. Las dimensiones y el peso del coche que sobrepasa los 1.800 kg infunden respeto y admiración por los especialistas que llevaban estos coches al límite. Cuanto más se observa y se conduce el Mach 1, más gusta, para acabar siendo una irresistible máquina de sensaciones, aunque hecha para grandes espacios y para impresionar…

 

 

 

El Shelby Cobra de 2008

Con el Shelby Cobra de 2008 se cuestiona el espacio-tiempo. Es lo que parece y lo que siempre fue, pero innegablemente moderno. Un auténtico «muscle car» de nueva hornada y delicada conducción deportiva por culpa de un eje rígido trasero y ballestas, bastante peso y frenos limitados. Su mecánica, sin embargo, es una fantástica realización sobrealimentada (compresor volumétrico) que lo tiene todo: suavidad a bajo régimen y poderío salvaje en aceleración, aderezado con un cambio manual simplemente perfecto en su manejo y tacto y con un sonido de motor excitante y escandaloso. Un supercoche a la antigua usanza, en definitiva, que pone a prueba el corazón de su piloto y le da enormes satisfacciones. El mercado de segunda mano subestima su valor y como está destinado a ser un clásico muy apreciado. ¡Es el momento! Nuestro agradecimiento a Andrés Castro, José Antonio Rodríguez, Mariano García, Sergio Díaz y club Madrid American Cars.

 

 

 

 

 

FUENTE: http://www.autopista.es/clasicos/articulo/coches-recuerdo-ford-mustang

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La historia de un deportivo de leyenda: Ford Mustang
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