Humo blanco y espeso al encender el motor: ¿A tu coche le cuesta encender? ¿Una vez en marcha echa mucho humo blanco y éste es bastante espeso (le lleva un rato dispersarse)? ¿En cuanto el motor se calienta, deja de echarlo? Normalmente, se debe a una mala puesta a punto del sistema de inyección diésel. Ese humo blanco es en realidad vapor de gasóleo: si la bomba de inyección está fuera de punto e inyecta el combustible demasiado pronto o demasiado tarde, en vez de arder por la compresión que hay en el cilindro, sólo se quema una parte; el resto se evapora. Si tu vehículo no tiene bomba de inyección porque es common rail o de inyector bomba, lo que sucede es que la cámara de combustión está muy fría: probablemente tengas en mal estado algún precalentador.
Humo blanco en frío y en caliente: Un poco de humo blanco y no muy espeso (se dispersa rápidamente) es normal al encender el motor, sobre todo en invierno. Al quemar un hidrocarburo -gasóleo o gasolina- se genera vapor de agua. Al apagar el propulsor, el frío del exterior condensa dicho vapor y hace que quede agua en el tubo de escape. Cuando ponemos en marcha la mecánica y sube la temperatura, evaporamos de nuevo el agua del escape y sale ese humo blanco, que no suele ser mucho. Si persiste, normalmente tendremos un problema de refrigeración: parte del anticongelante entra en el cilindro y se mezcla con el combustible. Este humo tiene un olor muy peculiar y suele ir acompañado de fallos de temperatura; lo más probable es que la junta de culata esté mal y haya que sustituirla. No es una reparación barata; unas 6 horas de mano de obra más el planificado de la culata, etc, oscila entre los 600 y los 1.200 euros. Sin embargo, si tardamos en solucionarlo o no somos cuidadosos y “nos pasamos” de temperatura, podemos deformar tanto la culata que no se pueda planificar y necesitemos una nueva. Suele rondar los 3.000 euros.
Humo azulado y oloroso: Si por el escape sale un humo algo azulado y huele un poco a tostado, lo que sucede es que está entrando aceite a la cámara de combustión. Hay cuatro posibles motivos para que esto suceda:
1.- Que la junta de culata esté en mal estado y pase aceite de la distribución al cilindro número 1. En ese caso, el humo suele aparecer siempre.
2.- Que el turbo esté gastado y el aceite que lubrica su eje se cuele en el circuito de admisión. El humo saldrá sobre todo al acelerar fuerte y cuando estemos parados al ralentí.
3.- Que los retenes de las guías de válvulas estén gastados: el humo sale por el escape cuando soltamos el acelerador y el coche retiene. Se debe a que se genera vacío en los cilindros y absorben el aceite que rezuma por las válvulas.
4.- Que el motor esté gastado (normalmente, los segmentos del pistón). En este caso, el humo suele salir siempre, pero más al acelerar. Lo que sucede es que no hay un cierre hermético entre el pistón y la pared del cilindro y el aceite de lubricación pasa a la cámara de combustión.
Humo negro al acelerar: El humo negro se debe a una mala combustión del gasóleo, normalmente por un exceso de carburante (o falta de oxígeno) o por una mala pulverización de los inyectores. Suele producirse al acelerar a fondo; si lo hace sólo un instante al “dar el pisotón”, es más o menos normal… Pero si seguimos echando humo negro como si fuésemos un calamar huyendo de su cazador, tenemos una avería. La mayor parte de las veces se debe a un problema con la válvula recirculadora de gases de escape (la famosa EGR): al pisar el acelerador debería cerrarse para que sólo entrase en el cilindro aire limpio y rico en oxígeno, con el fin de que arda bien el exceso de combustible que inyectamos al acelerar. Si no se cierra, el carburante seguirá mezclándose con el gas de escape recirculado; al tener menos oxígeno, el gasóleo no se quema por completo y por eso sale humo. También puede ser que tengamos una toma de aire en el colector de admisión o el caudalímetro en mal estado. Un filtro de aire demasiado sucio puede provocar igualmente este problema, al no dejar entrar correctamente el aire de admisión. Si todo eso está perfecto, el fallo está en algún inyector que no pulveriza bien el combustible: si las gotas que inyecta en el cilindro son demasiado grandes, no se mezclan con el oxígeno de forma óptima y no arden bien.